martes, 26 de febrero de 2008

Prólogo

Fuego. Solo fuego hasta donde alcanzaba su mirada.
El aire corría frio, en contrapunto con el infierno que le rodeaba. Lenguas de fuego se elevaban por doquier, apenas rozandolo mientras paseaba tranquilamente por las desiertas calles de aquel pueblo en proceso de incineración.
Un sonido, un extraño ruido hizo que sintiera una leve curiosidad. La justa para que decidiera adentrarse, casi sin pensarselo, en la casa de la que provenía el sonido, a pesar de que ésta pareciera que estuviera a punto de derrumbarse. Los pasos que iba dando retumbaban entre el continuo crujir de la madera al ser destrozada. Tan sólo a unos pocos metros de la puerta, se encontraba tirada y gimoteando una niña pequeña. Se quedó inmovil, como una estatua en medio del tártaro, observando a esa chica ennegrecida por la gran cantidad de humo que le asfixiaba los pulmones y un calor que un calor que le dañaba de tal forma que hacia que la pequeña buscara su único e inútil intento de salvación en el cadaver de su madre, el cual yacia a su lado.

Tras él, una sombra apareció de repente.

- Malas noticias. Tenemos que volver inmediatamente - comunicó escuetamente una aguda voz femenina. Pero aun así, nadie se movia. Durante unos instantes, tan solo el fuego, el cual devoraba todo a su paso, y su eterno crepitar, era lo único que se atrevía a romper aquel silencio.

- Ater. Las noticias son de ella. Ha muerto - La voz era la misma, pero esta vez el temblor en ella era evidente. Ater se giró y la miró directamente a los ojos.

- Vale, vámonos. Pero nos llevamos a la niña.