jueves, 27 de marzo de 2008

Capítulo 3. Dama de Hielo

Reina salió con paso firme de aquella mansión en fiestas. Era un castillo bastante alejado de cualquier signo de civilización, pero los ruidos de la fiesta retronaban en las montañas nevadas. Se abrigó como pudo con su grueso abrigo de pieles mientras el aparcacoches le devolvía el deslumbrante Mercedes Benz color plata. Con la misma elegancia con la cual ejecutaba hasta el mas nimio de los movimientos, se introdujo dentro del automóvil. Éste, al ser encendido, respondió con un dulce rugido. Este cacharro era como ella. Elegante, bello y con una fuerza interior que no hacía sino potenciar las otras dos cualidades. Allí nunca se dejaba nada al azar.


Una vez transcurrió un tiempo prudencial de conducción entre curvas deslizantes y abetos nevados, decidió que ya podía permitirse el lujo de contactar con Robot sin que hubiera ningún peligro.

- Ya estoy terminando, no te preocupes - Nada mas encenderlo, fue la voz de su amigo lo primero que se escuchó a través del casi imperceptible aparato situado en su oreja.

Ella ya había realizado su parte de la misión. Entrar, encantar, engañar, robar, salir. Limpio y perfecto, como siempre. Ahora solo faltaba que Robot borrara cualquier medio informático o reprográfico alguna referencia a su persona, incluso el menor indicio que pudiera sugerir que había estado allí.

Justo estaba empezando a preocuparse por la tardanza, cuando su voz volvió a sonar de nuevo:

- Misión finalizada con resultado exitosos. - El suspiro fue claramente audible para Reina. - Enhorabuena, ya tenemos otra muesca para nuestro bastón de las victorias.

Ella escuchó atentamente. El tono de él había sido cansado, irónico. Nunca se había comportado así tras una misión. La convulsión era tal que incluso al lógico Robot le había afectado.

- Ve preparando mi estancia para que esté perfecta. Estoy realmente cansada y cualquier lujo será pequeño. - A pesar de su cansancio, su voz sonaba fuerte, autoritaria.

- Como quiera la señora. Robot, su humilde y servicial criado le preparará la hacienda para cuando decida honrarnos con su visita. - Las carcajadas de Robot retumbaban en el auricular. Parecía que había vuelto a recuperar el buen humor.

- Con que haya música relajante y un buen baño caliente me conformo. - Le dijo con una sonrisa que él no podía ver - Además, todo está domotizado. No protestes por pulsar 3 botones.

- ¿Un baño caliente?. ¿No tiene miedo de derretirse, Dama de Hielo? - Otra vez había vuelto a ponerse irónico. Además, el sabía cuanto odiaba que le llamaran así. Como se retorcían sus entrañas cuando usaban ese apelativo.

- Sabes que no me gusta que me llames así.

- Ya, pero sin embargo, todavía no has hablado con ninguno de ellos dos.

El silencio se hizo tan tenso que parecía que ambos estuvieran mirándose, reprochándose sin decir nada. Él pudo escuchar el ligero chasquido que hizo Reina al sentirse tan contrariada. Robot no comprendía la situación que vivía con ellos dos. Ambos desprendían una energía tan poderosa, un poder tan a flor de piel que, a ella, que estaba acostumbrada a rebuscar en los mas oscuros y recónditos rincones, su presencia en este momento era como un deslumbrante sol al salir de la noche.

- Ya esta todo preparado. Cuando llegues aquí hablaremos. Buenas noches. - Terminó casi en un suspiro.

La comunicación se cortó, pero la cabeza de Reina siguió dando vueltas. Vueltas y más vueltas, pero siempre en círculos...

martes, 11 de marzo de 2008

Capitulo 2. Tormenta

Los firmes pasos dados con aquellos zapatos de tacón retumbaban por todo el pasillo. Ya desde que escuchó el primer paso, Robot sabía que se acercaban problemas, por lo que se alejó del teclado y resopló, aceptando el suplicio futuro. La puerta se abrió y tras ella apareció ella, con un aspecto tan cuidado y perfecto como siempre, pero con el rostro rojo de indignación.

- Robot, no te puedes ni imaginar lo que han hecho - Gritó enfadada, casi iracunda, haciendo que se le descolocase el pelo. Estaba realmente enojada.

Robot, por supuesto, ya sabía a lo que ella se refería, pero había que dejarle la iniciativa. Poder desahogarse tranquila, que dijera todo lo que tenía que decir. Aunque bien sabía que lo repetiría bastante, por lo menos en esa semana.

- A ver, ¿que ha pasado ahora? - contestó, intentando poner cara de desconocimiento sobre lo que se le avecinaba. Sabía perfectamente que ella podría desenmascararlo, ver que estaba fingiendo su gesto. Ella era una especialista en descubrir lo que realmente piensa la gente y como manipularlos a su completa voluntad. Pero Robot sabía que esa el gesto que ella quería ver. No le importaría cuan fingido fuera, solo quería hablar.

- ¿Te puedes creer el nombre que le han puesto? ¡Princesa! ¿Crees que hay algo mas humillante? - Su rostro se volvía cada vez mas rojo, mas hinchado. Robot sabía que estaría molesta, pero no pensó que llegaría a tal grado de enfado. Esperaba que las explicaciones que había preparado previamente para darle le hicieran entrar en razón. Si no, temía que las siguientes semanas fueran un constante dolor de cabeza.

- Reina, no te pongas así, era una consecución lógica de los acontecimientos. - Así no iba a apaciguarla. Robot sabía, o por lo menos quería creer, que tras la decisión del Consejo de apodarle Princesa a la nueva miembro del equipo había un razonamiento medianamente lógico. Sabía que con ese razonamiento, Reina entraría en razón, o por lo menos eso era lo que suponía. Su cabreo podría hacer que no atendiera a ninguna palabra o razón, mas que a su sentimiento de humillación. Eso la convertiría en alguien muy peligroso. - Hay razones para que le pusieran ese nombre. Ella tiene unos atributos muy parecidos a los tuyos. Si lo recuerdas, incluso tu fuiste su maestra durante un corto periodo de tiempo. Sabes que tu tipo de misiones esta siendo cada vez mas demandado, así que no es nada extraño que te hubieran preparado una sustituta y que todo se haya acelerado tras la muerte de Pandora.

Durante un instante, el silencio se hizo dueño de la situación. Reina bajó sus claros ojos azules hasta el suelo. Robot había visto como ninguna de las razones que le había dado había amedrentado su ira, su deseo de venganza. Simplemente la mención del desastre hizo que se apagara, que se desinflara instantáneamente.

- Pero por lo menos podrían haberme consultado. - Susurró, casi para sí misma. Se había desplomado en el sillón que Robot tenía para las visitas, el cual era del gusto de Reina, al ser quien mas acudía por allí.- A Pandora le hicieron caso al ponerle nombre a sus alumnos, logró que cuanto menos, fueran en latín, como ella deseaba.

Robot miraba fijamente a los ojos de Reina. Ahora estaba realmente triste. Su gran capacidad de empatizar con la gente, de poder hacer que sientan sus sentimientos, incluso si estos fueran fingidos era lo que le hacia especial. Nadie podía ni tan siquiera acercarse a ella en ese aspecto. Pero ahora no tenía ningún motivo para fingir, para ocultarse.

- Cierto que sus nombres en latín pueden ser una clara influencia de Pandora, pero no sabemos si simplemente fue decisión del Consejo. También te conviene recordar que sólo la tuvieron a ella como maestra. Ambos tienen carácteres demasiado complicados, y hubiera sido muy arriesgado, conociendo el potencial destructivo que poseen, haber probado cualquier movimiento con ellos. Haber jugado con eso podría haber salido muy caro, además, ella era para los dos casi como una madre. - Robot sabía muy bien sacar las razones lógicas, las posibles circunstancias o motivos puramente intelectuales que podrían llevar a una decisión, a un hecho. Pero era demasiado frio en lo demás. Quizás por eso le apodaron Robot. Quizás por eso hacia tan buen equipo con la cálida Reina. Ella se puso de pie, dispuesta a salir de la habitación.

- Debo irme, quizás me pase luego a ver que tal están Ignis y Ater - Dijo, como si el interés de ocuparse de ellos dos disminuyera su sentimiento de culpabilidad.

- Todavía no han vuelto de la misión. Y conociéndolos, seguro que han destruido o quemado mas de lo necesario, como siempre. Quizás te interese hablar con la nueva. Supongo que ya terminó de hablar con Sheriff y estará en su departamento. Sólo por si te interesa.

- Quizás llame después a Sheriff para ver como ha ido. - Tras lo cual, cerró la puerta, dejando solo y meditando a Robot sobre el encuentro. Él sabía que no intentaría saber nada de Princesa y que la indignación no se había calmado, solo se había visto superada por un sentimiento mayor, mas intenso. De todas formas, esta pírrica victoria era un resultado bastante bueno ante la situación que podía haber sobrevenido.

Resignado, se acomodó y volvió a prestar atención a la pantalla del ordenador.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Capítulo 1. Bienvenida

Los tímidos pasos dados por aquellas converse rojas parecían retumbar en aquellos amplios pasillos. Ella se movía cauta, sigilosa. Aún sabiendo que la estaban esperando, se encontraba algo cohibida por el paso que iba a dar, que cambiaría su vida radicalmente. Se tocó nerviosa su flequillo castaño oscuro, en un movimiento que la calmaba y llamó a la puerta para abrir unos segundos más tarde.
Al hacerlo, pudo ver un amplio despacho lujosamente decorado. En medio de aquella instancia se encontraba un hombre, el cual se levantó de su asiento para acercársele.

- Bienvenida - Le saludó mientras estrechaba fuertemente su mano - Supongo que eres la nueva, si no me equivoco.
- Supones bien - Le contestó sonriendo. Él aprovechó para volver a su asiento.
- Encantado de conocerte entonces. Por favor, siéntese - Le dijo mientras él hacia lo propio.
- Supongo que ya sabes lo que te voy a contar, pero déjeme que termine con la burocracia - Explicaba mientras mantenía una sonrisa y el tono cordial. Cogió una carta que empezó a leer.
-“Bienvenida a bordo. Estamos encantados de que se una a nosotros como nueva agente, cooperando mutuamente, para un bien y objetivo que resulte beneficioso para los dos. Sabemos de su potencial, al igual que usted sabe del nuestro, así que, nos ponemos a su disposición. Firmado, el Consejo”.

Dejó la carta en el escritorio y se peinó con la mano su media melena, con un gesto de concentración.
- Mira, todo esto es muy bonito, pero la verdad es distinta. No somos agentes, somos soldados. No cooperaremos con el Consejo, estamos subordinados a ellos, a cualquiera de sus ordenes. Aunque a cambio tendrás todo aquello que desee. El poder de hacer lo que desees, mientras ellos no te manden algo - Paró enderezándose en su sillón mientras colocaba sus manos delante de su boca, en una pose pensativa.
- Tu llegada aquí no es casual. Fuiste elegida para prepararte en una escuela especial. Muchos como tu lo fueron, pero solo los mejores llegan aquí. Considérate afortunada. Los demás no llegarán tan lejos. Pero tu, como los demás que estamos aquí, eres especial. Sólo tu podrás salir bien parada de las misiones que te mandarán aquí. Aunque de todas formas, te juegas la vida en cada acto. - Él la miró, parecía decidida, sin duda ante los peligros de los que la estaba previniendo.
- Y aún así todavía te quedará lidiar con tus compañeros - Dijo con una carcajada, para después volver al estado normal - ¿Aún estas segura de que quieres entrar?

- Me gustan los retos, y no creo que éste esté fuera de mi alcance - Ella estaba segura. No había llegado allí para que un simple discurso la echara para atrás. Menos algo que ella ya sabía. Él pareció relajarse en su sillón.

- Perfecto. En cuanto lleguen los demás te los presentaré. Mientras tanto, bienvenida, Princesa.

martes, 26 de febrero de 2008

Prólogo

Fuego. Solo fuego hasta donde alcanzaba su mirada.
El aire corría frio, en contrapunto con el infierno que le rodeaba. Lenguas de fuego se elevaban por doquier, apenas rozandolo mientras paseaba tranquilamente por las desiertas calles de aquel pueblo en proceso de incineración.
Un sonido, un extraño ruido hizo que sintiera una leve curiosidad. La justa para que decidiera adentrarse, casi sin pensarselo, en la casa de la que provenía el sonido, a pesar de que ésta pareciera que estuviera a punto de derrumbarse. Los pasos que iba dando retumbaban entre el continuo crujir de la madera al ser destrozada. Tan sólo a unos pocos metros de la puerta, se encontraba tirada y gimoteando una niña pequeña. Se quedó inmovil, como una estatua en medio del tártaro, observando a esa chica ennegrecida por la gran cantidad de humo que le asfixiaba los pulmones y un calor que un calor que le dañaba de tal forma que hacia que la pequeña buscara su único e inútil intento de salvación en el cadaver de su madre, el cual yacia a su lado.

Tras él, una sombra apareció de repente.

- Malas noticias. Tenemos que volver inmediatamente - comunicó escuetamente una aguda voz femenina. Pero aun así, nadie se movia. Durante unos instantes, tan solo el fuego, el cual devoraba todo a su paso, y su eterno crepitar, era lo único que se atrevía a romper aquel silencio.

- Ater. Las noticias son de ella. Ha muerto - La voz era la misma, pero esta vez el temblor en ella era evidente. Ater se giró y la miró directamente a los ojos.

- Vale, vámonos. Pero nos llevamos a la niña.